jueves, 27 de septiembre de 2007

Muerte y polvo

El pasado lunes se informaba que dos soldados Españoles morían en Afganistán debido a la explosión de una mina anticarros que destruyo parte del vehículo en donde se desplazaban, un carro blindado. En el ataque 3 personas más fueron heridas de diferente consideración.

Esta triste noticia no acaba aquí, por desgracia, y eso que el acontecimiento fue ese y no otro. Pero, como es natural, el debate sobre la permanencia de las tropas Españolas destinadas en Afganistán se reabre por parte de diferentes sectores, con diferentes intereses, y vuelve a lanzar las preguntas: ¿tiene algo que ver, esta intervención, con la que España realizó en Iraq? y, sobre todo, ¿Deben continuar las fuerzas armadas Españolas en Afganistán?.

El intentar comparar lo que ocurre en Afganistán ,y la razón de ser de las fuerzas armadas Españolas en ese territorio, con lo acontecido en Iraq no es un argumento excesivamente poderoso, pero hay quien se olvida de ello, o simplemente no se da cuenta de que eso no solo no cala si no que reabre un debate que el Partido Popular siempre va a perder. Se ponga como se ponga.

El intento, sistemático, de comparar los dos conflictos para quitarle peso a la intervención de España en la famosa, e ilegal (si es que alguna guerra puede ser legal...), guerra de Iraq es un intento vano pues son situaciones totalmente diferentes, y para darse cuenta de ello solo hay que hacer memoria:

La guerra de Afganistán se inició en 2001, con el apoyo de naciones unidas, y fue una respuesta al ocurrido al 11 de septiembre en New York. La guerra tuvo como detonante la negativa del régimen talibán, gobernante en ese momento, de entregar a Osama bin Laden el cual se encontraba en ese país y al que se le consideraba jefe de la organización terrorista que atacó las torres gemelas. Además sirvió para derrocar a un régimen extremista y criminal como es el talibán, aunque todo sabemos que esto último fue de absoluto rebote.

La guerra de Iraq de 2003 fue una invasión por parte de Estados Unidos y sus aliados (Gran Bretaña y España), dicha invasión no fue apoyada por las naciones unidas y además estuvo basadas en mentiras que aún hoy día retumban como una vergüenza histórica que tardará mucho tiempo en olvidarse. Sobre todo cuando el ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, Alan Greenspan, asegura, hace pocos días en un libro, que la guerra de Iraq fue por el petroleo. Y creo que añadir más sobre este punto es darle vueltas a lo mismo.


Supongo, por que de verdad que no lo sé, que hay que tener un buen estomago para salir a las pocas horas de conocer la muerte de dos soldados en acto de servicio reclamando algo que tiene únicamente el intento de lavar tu imagen pública, pero esto es política y el poder es el objetivo. Me inclino a pensar, en un acto de bondad e ingenuidad, que sus criticas no solo son el intento de lavarse la cara si no que también intentan promover medidas diferentes a las de envío de tropas a zonas de conflicto, pero luego me doy un baño de realidad pues votan a favor del envío de más tropas a zonas de conflicto. A diferencia de Izquierda Unida, por poner un ejemplo, que critica el envío de tropas y su voto es contrario, estos últimos son más coherentes.

Así que, tristemente, volvemos a darnos cuenta de que vivimos en una sociedad en donde sus políticos son capaces de usar la desgraciada muerte de dos soldados como bálsamo para sus propias heridas o, peor aún, como pólvora para sus armas. Eso sin caer en la cuenta de que no puedes reescribir los libros de historia, ni tampoco alcanzar la redención sin pedir antes perdón.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Cuando la historia se convierte en excusa

Como primera entrada de este blog, que pretendo sea de opinión, me gustaría hablar de algo que desde hace años me intriga y me provoca una cierta incomodidad. Quisiera referirme a la historia de España, a la manipulación de la misma que todo el mundo hace de ella con el fin de que la historia se ponga de su lado. Es fácil manipular acontecimientos cuando tan solo tienes que pararte a interpretarlos sin ni siquiera tener en cuenta el resultado histórico del mismo, pues el resultado también es interpretable. Es un fenómeno común las discrepancias, no ya históricas, si no ideológicas de muchos historiadores y biógrafos. Pero es natural que esto sea algo aceptado, ya que el debate alimenta el interés y la información sobre los hechos que se debaten. El problema surge cuando las discrepancias son profundamente absurdas, y pongo un ejemplo.:

Hace ya un tiempo el ex presidente del gobierno José María Aznar dijo en una entrevista a una radio extranjera lo siguiente: "Un montón de personas en todo el mundo exige al Papa que pida disculpas por su discurso, pero ningún musulmán me ha pedido perdón por ocupar España durante 8 siglos", tal declaración fue hecha en respuesta a las criticas que la sociedad, musulmana en su gran mayoría, hizo al discurso pronunciado en la Universidad de Ratisbona por el Papa benedicto XVI.

No sé hasta que punto alguien tiene que pedir disculpas por un hecho histórico ocurrido durante 800 años y que finalizó hace más de 500 años, aunque sí es cierto que aquello de las deudas históricas es algo que no se debe de olvidar porque ya que la justicia es lenta por lo menos que sea efectiva.

Dicho esto pienso que usar la historia de esta manera, de forma arrojadiza y pertinaz. Una historia que no es patria particular de nadie y sí justa herencia de todos. Usar nuestra historia para atacar a culturas diferentes, a las que les podemos tener más o menos simpatía, es simplemente un acto demagogia pues a pesar, y ser bien cierto, que ya fue en la Hispania visigoda cuando se empezó a fraguar la idea de la España actual (los concilios de Toledo), y que la invasión de musulmana fue posterior a esto, concretamente en el siglo VIII (época de Don Rodrigo) eso no quita que lo que es España hoy fuese destruida por las hordas musulmanas que nos deben aún una disculpa. Aquella era otra España, en eso estaremos de acuerdo.

No, pedir disculpas por lo anteriormente citado es, directamente, mear fuera del tiesto. Sobre todo cuando intentamos equiparar, de una forma más o menos evidente, la época actual con una de hace casi 1300 años.

Que la historia va a tener muchas interpretaciones no es algo nuevo, y es recomendable siempre que sea en favor de la verdad y no de intereses políticos. El problema es que cuando nos las damos de sabiondos del tres al cuarto y decimos cosas que se caen por su propio peso.

Gracias a Dios, por la boca muere el pez.